INTRODUCCIÓN
Llama de amor viva de San Juan de la Cruz es considerada una verdadera cumbre de la mística del amor. Trata, específicamente, del fuego del Espíritu Santo y de las operaciones que esta llama de amor obra en aquél en quien se manifiesta, hasta conducirlo a la unión perfecta con Dios.
La presencia del fuego del Espíritu Santo y los fenómenos de luz (cuerpo de luz) y otras facultades psíquicas sobrenaturales asociadas con este fuego sagrado, son una constante en el misticismo cristiano. Para puntualizar lo anterior, bastará tan sólo con hacer algunas referencias aisladas, relacionadas con la presencia de la luz en la vida de los santos y místicos cristianos:
Cuenta Bartoli, uno de los muchos biógrafos de San Ignacio de Loyola, que cuando éste fue visto elevarse sobre el suelo, una tenue luz se dejaba ver en la estancia sin que nadie supiera indicar su procedencia. Y en 1608 -según se puede leer en el processus ordinarius cursado para determinar la santidad del monje italiano Bernardino Realini-, un tal Tobías da Ponte acudió hasta la celda del beato para pedirle consejo. Al notar que la puerta estaba cerrada decidió esperar hasta que una fuerte luminosidad comenzó a salir de la estancia. Intrigado, da Ponte abrió la puerta y vio a fray Realini levitando a unos centímetros del piso, de rodillas, y rodeado por una intensa luz. Por otro lado, es también conocido el caso de San Felipe Neri, que despedía llamas que lo rodeaban y alumbraban.
Otros casos relevantes al respecto son, entre otros, el de Serafina de Dios, carmelita nacida en Capri y muerta en 1669, de la cual se afirma que su rostro, después de la comunión y en la oración, irradiaba una llama luminosa y sus ojos arrojaban destellos como de fuego. Y el de Catalina de Siena, cuyo biógrafo Raimundo de Capua cuenta que vio su rostro “semejante al sol, emitiendo resplandecientes rayos”. De Santa Teresa de Jesús se afirma que su rostro resplandecía mientras rezaba con un rubor encendido, según atestiguaron diversas religiosas de los conventos en los que habitó.
Otros importantes santos que irradiaban luz eran el beato Martín de Porres, San Francisco Borja, San Vicente Ferrer, el Santo Cura de Ars, cuyas feligresas vieron su rostro extrañamente iluminado mientras confesaba; o, entre otros muchos casos, el de San Sabas, de quien se dice que lanzaba rayos solares con su mirada y que, cuando murió, el resplandor de su rostro aumentó todavía más. Por último mencionaremos aquí a San Serafín de Sarov, un ortodoxo ruso que relata la experiencia típica a este respecto en sus Conversaciones con Motovilov:
”¡Estamos, ambos, en la plenitud del Espíritu Santo! ¿Por qué no me miras?
-No puedo, padrecito, dije, pues brotan rayos de vuestros ojos. Vuestro rostro se ha hecho más luminoso que el sol y mis ojos están triturados de dolor.
-No tengas miedo, dijo San Serafín. Tú te has vuelto tan luminoso como yo, tú también estás, ahora, en la plenitud del Espíritu Santo. De otro modo no habrías podido verme así”.
LLAMA DE AMOR VIVA
San Juan de la cruz utiliza en Llama de amor viva las siguientes canciones para desarrollar su obra:
¡Oh llama de amor viva,
Que tiernamente hieres
De mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
Acaba ya si quieres,
Rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
Que a vida eterna sabe,
Y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
En cuyos resplandores
Las profundas cavernas del sentido,
Que estaba obscuro y ciego,
Con extraños primores
Calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuan manso y amoroso
Recuerdas en mi seno,
Donde secretamente solo moras:
Y en tu aspirar sabroso
De bien y gloria lleno
Cuan delicadamente me enamoras!
A continuación examinaremos la primera de las cuatro liras que componen las canciones de Llama de amor viva, pero antes haremos un comentario sobre la declaración inicial y el prólogo de la obra.
En la declaración inicial, San Juan de la Cruz afirma que las canciones que forman Llama de amor viva “tratan de la muy íntima y calificada unión y transformación del alma en Dios”. Es decir, que a través de la actividad y las operaciones que hace la llama, que es el Espíritu Santo en el alma, termina ésta uniéndose y transformándose en Dios.
Posteriormente, en el prólogo afirma que las canciones de Llama de amor viva las habla el alma que ya ha sido profundamente transformada interiormente en el fuego de amor, y que no sólo está unida a este fuego, sino que el fuego ya hace llama en ella.
A continuación transcribimos la primera canción de Llama de amor viva, sobre la que trata el presente trabajo:
¡Oh llama de amor viva,
Que tiernamente hieres
De mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
Acaba ya si quieres,
Rompe la tela de este dulce encuentro.